Tenía los dientes chuecos y unos colmillos prominentes que le daban a su sonrisa un tipo divertido y coqueto; hacían que su labio superior se alzara sutilmente cuando sonreía. El cuerpo no correspondía al de una mujer de 26 años, demasiada flacidez en los músculos y especialmente en la parte abdominal, delatando posiblemente, algún embarazo previo, lo cual no sería raro.
La manera en como había llegado a ese lugar no obedece a un plan totalmente premeditado, aunque tampoco a una serie de eventos improvisados o fortuitos, como románticamente pudiera pensarse. En algún momento debí de saber que de ninguna manera la noche terminaría bien, pero tenía la curiosidad de saber que tan mal podría llegar. Supongo que fue como cuando te das cuenta que tu mano no es tan buena como para seguir en el juego pero crees que la de los demás tampoco, así que al final lo único que te queda es seguir con tus cartas en la mano y esperar a te descubran.
Debí haber tomado una resolución en todo ese asunto; la verdad todo me tomó por sorpresa, no niego que siempre soy el que termina enterándose hasta el final y que, a pesar de la suspicacia que presento en muchos detalles triviales, con el trato a las personas muchos detalles se me escapan. Ahora bien, quizá este no fue uno de esos casos, finalmente yo había percibido señales, sin embargo ni siquiera estaba seguro si me habían llegado de rebote o habían sido enviadas directamente hacia mi.
Pero ahí estaba, con la oportunidad y con la duda. Nunca me ha gustado estar en el centro de atención, quien me conozca sabrá que la paranoia y misantropía son parte fundamental de mi carácter. Posiblemente exagero al momento de juzgar a las personas y yo mismo me someto a un escrutinio muy severo en mis relaciones personales, aún así esta vez pacería decidido a cambiar las cosas. En gran parte todo esto es un asunto personal, pero también es asunto público, o medianamente público al menos, y esta fue la parte que definitivamente me tomó desprevenido; de repente estaba ahí, enfrente de todos, expuesto y con la obligación de actuar. Me siento como un idiota y posiblemente siempre lo he sido.
En resumidas cuentas, un par de roscas que no dejan satisfecho a nadie.
viernes, 14 de junio de 2013
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